Pelear durante meses contra un enemigo invisible nos ha obligado a reconsiderar muchas cuestiones.
Nuestro orden de prioridades ha cambiado y hemos aprendido a valorar ciertas cosas que antes quedaban en segundo plano.
Pasar más tiempo en casa implica una adaptación del espacio a las nuevas necesidades. Las funciones se multiplican, centro de trabajo, colegio para los niños, zona de ocio, sala de reuniones, restaurante 24 horas, gimnasio improvisado…
Hemos tenido tiempo de revisar todas las carencias que antes pasaban desapercibidas, pequeños matices que al final se traducen en salud y bienestar.
De repente echamos de menos un buen sillón, una silla de trabajo, una iluminación mas eficiente, un buen equipo de sonido…en definitiva, elementos que mejoran nuestra calidad de vida.
Hemos aprendido a valorar la privacidad y la comodidad de nuestra casa.
Al principio resultó duro pero poco a poco se impuso el sentido común y comprendimos que en casa no se está tan mal. El secreto está en sacar el mayor partido al espacio, aprovechar la luz al máximo, elegir los mejores rincones para pasar el mayor tiempo posible.
Creo que en este tiempo todos hemos cambiado algún mueble de sitio o hemos decidido prescindir de cosas que no nos aportaban nada. Confieso que lo primero que hice fue colocar una mesa junto a la ventana mas grande del salón para desayunar todos los días mirando a la calle y escuchando música. Un simple gesto que transformó un momento mecánico y gris en una experiencia relajante y positiva.
Como no había más remedio que prescindir del cine, jubilé un par de sillones y mi espalda me lo agradeció. He podido disfrutar de buenas películas y algún que otro libro que esperaba su momento en la estantería.
Nuestros armarios también han salido triunfantes de este confinamiento, todos hemos aprovechado para ganar espacio y poner un poco de orden. Parece increíble como podemos llegar a acumular tantas cosas inútiles.
Sin duda la verdadera protagonista de esta historia ha sido nuestra cocina. Resulta que después de recurrir durante años a la comida preparada, hemos descubierto el placer de cocinar y sorprender a nuestra familia con platos increíbles. Todo es ponerse porque, a fin de cuentas, cocinar es un acto de amor.
La música ha sido la encargada de conseguir momentos mágicos, mitigando el dramatismo de tanto silencio impuesto.
Rodearse de cosas bonitas hace que nuestra vida sea más placentera.
La experiencia que estamos viviendo es solo un simulacro de los cambios que se avecinan. Ahora pagamos las consecuencias del uso y abuso de los recursos naturales. El planeta está herido y a su manera nos devuelve todos los excesos cometidos. Vivir como si no hubiera un mañana y jugar a ser dioses tiene consecuencias.
Ahora más que nunca mi casa debe ser saludable, cómoda y segura. En ella he formado mi familia, he disfrutado de mis amigos y he vivido momentos de paz y tranquilidad.
Convierte tu casa en un hogar, en un refugio para tu familia.