Arte y Decoración caminan de la mano formando un tándem perfecto, las dos tiene su origen en la necesidad del ser humano de rodearse de “cosas bellas”. Las primeras pinturas rupestres son un claro ejemplo de esta teoría. Dibujos con toques de color creados para convertir la cueva en un lugar habitable, en definitiva humanizar el entorno decorando.
Contemplar un cuadro, una escultura, una vidriera… enriquece y provoca sensaciones positivas, despierta nuestra capacidad de percibir la belleza.
En general los artistas son poco valorados y encuentran muchas dificultades para seguir adelante. Crear y dar a conocer su obra resulta una labor titánica y costosa que muchas veces acaba frustrando carreras realmente prometedoras.
Quiero romper una lanza en su favor y reconocer el mérito que supone luchar contra corriente y a veces luchar contra tu propia familia y amigos que te invitan a dedicarte a algo más productivo. Hoy en día hay que ser muy valiente para dedicarse a este mundo.
Puedo presumir de ser amiga de un gran pintor y quiero mostrarle mi apoyo y admiración. Conozco a José Antonio Bernad desde que era un niño, le he visto crecer y he seguido su evolución muy de cerca, convencida de su valía desde el primer momento.
Estudió una carrera convencional y realizó trabajos convencionales hasta que comprendió que no era feliz y que ese no era su camino. Plantó los trastos y con el apoyo incondicional de su familia estudió Bellas Artes.
A base de mucho esfuerzo día tras día nos demuestra su talento y su capacidad de trabajo. No espera que las musas acudan, él les pone un horario y las obliga a fichar todos los días. La genialidad sin dedicación y sacrificio no sirve, es improductiva. Las buenas ideas exigen a veces sangre, sudor y lágrimas para llegar a buen puerto.
Mi amigo es un gigante lleno de humanidad, talento y buen humor, transmite toda su energía positiva en sus lienzos. Cuadros muy trabajados con trazos corregidos y repasados hasta la perfección. La improvisación no tiene lugar en su trabajo y no da por terminado un cuadro hasta que el resultado corresponde con la idea que visualizó inicialmente. A pesar de sus despistes y su aparente anarquía, la disciplina es una norma básica para José A. Necesita seguir un horario, que cumple a rajatabla, necesita un espacio solitario y aislado y necesita practicar el dibujo todos los días. No puede permitirse el lujo de perder la facultad de dibujar a lápiz o carboncillo, por eso siempre tiene una libreta junto a sus pinturas donde practicar y volver al origen. Hacer bocetos y garabatos le ayuda a ejercitar el dominio de la línea y la proporción.
Yo calificaría su pintura como realidad paralela, elementos cotidianos mezclados con toques de fantasía, algo parecido a la sensación de mirar a través de un espejo. Cada cuadro cuenta una o varias historias y nos invita a fantasear con sus personajes.
Tiene predilección por la figura humana y los grandes formatos, piensa y trabaja “a lo grande”.