Pronto despediremos un año que me atrevería a calificar de “RARO”. Un año cargado de incertidumbre, desazón, enfrentamiento y falta de confianza. Un año en el que por fin empezamos a comprender que estamos matando el planeta.
Hemos puesto el acento en todo lo malo, dejando a un lado las cosas buenas que siguen sucediendo.
Cada día se produce el milagro de la vida y nacen un montón de niños; Los científicos luchan contra viento y marea por conseguir que vivamos más y mejor; Hemos ganado la batalla a enfermedades que hasta hace poco eran incurables; En algún momento del día encontramos una sonrisa, una cara amable; La vida saludable se impone; Los jóvenes no han perdido la ilusión y el punto de rebeldía; El deporte nos une y nos emociona; El sol y las estrellas siguen brillando; Los artistas, artesanos y diseñadores nos emocionan con sus creaciones; El cine, la música, la danza, el teatro, los libros…son bálsamos que nos reconcilian con nosotros mismos.
Si lo piensas bien tenemos muchos y poderosos motivos para aprovechar cada minuto. La pérdida de tiempo es un lujo que no nos podemos permitir, el reloj avanza muy deprisa.